martes, 6 de septiembre de 2022

Día 11. Asheboro (NC) - Virginia Beach (VA). 26-7-2022


 El desayuno en este hotel es de buffet libre. No es que haya mucho buffet, pero no está mal comparado con otros sitios. Y, lo más importante, ¡¡hay fruta!!.

En EEUU es verdaderamente complicado encontrar fruta cuando viajas y comes en salidas de la autopista.

Así que arramblamos con todas las manzanas que podemos y nos disponemos a coger el coche para ir a ver a nuestros amigos virginianos

No obstante, en el coche nos esperaba una sorpresa:

En realidad rugir no rugía, pero si es cierto que una imponente columna de hormigas se paseaba por dentro del coche, viajando desde el pedal del acelerador hasta el asiento de atrás.

Sacudimos las alfombrillas, sacudimos a todas las que pudimos, pero la situación estaba un poco fuera de control. Así que hay que ir al hotel a ver si nos pueden prestar un insecticida.

Mi inglés tras 11 días en USA es igual de penoso que al llegar, por lo que a la chica de recepción le costó lo suyo entender lo que le pedía. Finalmente me dio un bote que contenía unos 0.001 ml de insecticida, o lo que demonios fuera eso.

Gritando el "¡Dejadme solo!" de rigor, lancé sobre la marabunta las escasísimas gotas de líquido que quedaban, con un resultado bastante deprimente, como es natural. Pero como las chicas ya habían seguido su labor de exterminio, aunque fuera a manotazos, finalmente pudimos emprender el viaje.

Marga se puso a los mandos y volvimos a "nuestra" I-40, dirección este.

No mucho después ya entramos en Virginia, que nos recibió con bastantes nubes.

Ese día llevábamos las pizzas que nos habían sobrado del día anterior, así que la comida ya estaba más o menos resuelta. Paramos en el aparcamiento de un Burger King, con idea de comprar allí unas bebidas y algún complemento para nuestras pizzas frías. 

Y comimos como si estuviéramos haciendo un botellón, apoyando las cosas en el maletero y el techo del coche, pero sin alcohol ni reguetón.

Al coger el coche después ya tuvimos más de un chaparrón considerable, hasta que por fin llegamos a Virginia Beach, tras atravesar carreteras con mucho más tráfico del que estábamos acostumbrados, túneles de peaje y cosas que nunca podríais creer.

Nos costó un poco encontrar la casa de Michael, como era de esperar, porque en esos barrios es fácil liarse entre el drive, la avenue, la street y la madre que las parió a todas.

Pero finalmente lo conseguimos, y a partir de ese momento solo recibimos una enorme dosis de amabilidad, hospitalidad, generosidad, alimentos sólidos y alimentos líquidos.

En la casa viven Michael, su madre Dottie y su mujer Arnie. Es imposible decir cual de ellos es más majo. Como eran las 4 más o menos cuando llegamos, pues igual teníamos hambre y sed, pensaron, así que fueron cayendo las birras y algunos tentempiés. Y café.

Las casa era como las que se ven en las pelis:

  • Jardín con césped cuidado en la parte delantera, donde se aparcan los coches.
  • Salones enormes, llenos de fotos y recuerdos familiares.
  • Otro jardín y piscina en la parte de atrás.
  • Cocina abarrotada de cacharros y comida.
  • Cuarto de estar con la música de spotify sonando a toda pastilla.
  • Dormitorios con ventilador en el techo, muy cómodos.

Teresa posando igual que su video

Finalmente, cuando Arnie volvió de trabajar, llegó la hora de cenar. Como apenas habíamos comido y bebido nada (!!), la cena fue opípara. Nos acompañaron Bree, la hermana de Michael, y Joe, su marido.

Debo indicar, antes de poner alguna foto de la cena, que Michael nos preguntó al llegar si nos gustaban las almejas. Por supuesto!!.

Solo debo indicar que la almeja que había allí era ligeramente más grande que la habitual por estos lares

Almeja virginiana

Almeja hispana

Total, que con tres almejas de esas ya cenabas de sobra.

Pero había 4 bandejas, Estaban deliciosas, pero solo acabamos con dos (bandejas) de ellas.

Porque además había patatas, ensalada, etc.

Pero vamos, que nos sentimos increiblemente acogidos, y pasamos una tarde-noche formidable.

Además, yo al menos me di cuenta de que cuanta más cerveza, o vino, o lo que fuera, tomaba, mejor era mi inglés. Ya contaba hasta chistes españoles traducidos, que es lo peor que se puede hacer.

Pudimos hacer también la colada, que falta nos hacía. Y con secadora!!

Digo lo de la secadora porque en USA no falta casi en ninguna casa, y eso ha creado una cierta rivalidad con los europeos, donde se tiende mucho la ropa al sol. Se puede leer algo sobre esto aquí.

En resumen, que planeamos un poco lo que podíamos hacer al día siguiente, que era íntegro allí, y nos fuimos a dormir con la barriga llena y el espíritu feliz.

Cuando me acosté, os aseguro que no solo el ventilador daba vueltas en la habitación.






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