lunes, 30 de abril de 2018

Día 11. 17 de abril El Calafate-El Chaltén

Hoy empiezan nuestros dos días más alternativos.
Como nos gusta chospar por los montes, nos vamos a El Chaltén, el templo del trekking andino en Argentina.
Hay que coger un bus temprano, antes de que salga el sol.
Nos sorprende el bus porque es uno grande, de dos pisos, y encima nos tocan los asientos 3 y 4, justo los de delante en el piso de arriba
El viaje es una delicia, primero el amanecer, luego los grandes ríos en los que desaguan los lagos Argentino y Viedma. Y los animalitos.
Río Santa Cruz

El bus
 El autobús hace una parada técnica en la mitad de recorrido, en la Leona, donde paran todos los conductores de buses y minivanes de la zona.
O sea, que los 10 minutos se convierten en 30, pero conseguimos ponernos en marcha de nuevo


En La Leona está el típico cartel que te recuerda lo lejos que estás de casa

Cuando ya enfilamos la carretera hacia El Chaltén, a orillas del lago Viedma, otro enorme lago casi tan grande como el Argentino, empezamos a ver grupos de guanacos
Estos animalitos son de la familia de los camellos y las llamas y les gusta mucho recortar su silueta en lo alto de los cerrillos que hay por allí.
Aunque vamos en primera fila las fotos son una castaña, y solo se salva esta
Guanacos
Lo mejor es que conseguimos ver también algún cóndor, imposible de fotografiar desde el autobús, claro.
En los últimos km sopla un fuerte viento de frente que hace balancearse al autobús y da un poco de canguele. Que se te pasa cuando adivinas el monte Fitz-Roy entre las nubes (Si, el que sale en el capítulo de prolegómenos y provocó este viaje)
Cerro Torre



Lo que entonces no sabíamos es que esto era lo más que íbamos a poder verlos.
Luego la cosa se pondría peor.
Fitz-Roy
Llegamos por fin a El Chaltén, entre bamboleo y balanceo del rock, huy, perdón, bus.
A la llegada nos dan una charleta los del Parque Nacional sobre qué hacer si ves un puma o un huemul. Je. Ver un puma o un huemul, dicen. Ya nos gustaría.
Y además un interesante mapa de posibles rutas para hacer. La nuestra, para el día siguiente, ya está decidida, pero para esa tarde nos buscamos alguna alternativa.
Dejamos las maletas en la Hostería Senderos, un lugar muy acogedor, nos compramos unas vituallas y hala, ¡¡al monte!!
Hemos decidido hacernos el mirador de las águilas o el de los cóndores. O ambos. Mientras subimos, volvemos a sentir esa inigualable sensación de estar en el monte, que casi teníamos olvidada en este viaje.
Como nos encontramos bien y hace bueno, vamos al de las Aguilas. El paisaje es muy patagónico, matorrales y algún arbolillo suelto.
Encrucijada de miradores
Al llegar al mirador la vista es de ensueño. El lago Viedma al fondo, toda la llanura anterior... Y el viento.
Una pareja de brasileños que hay allí nos hacen una fotillo de recuerdo, Marga se va a chospar entre rocas (hay que ver lo que le gusta la montaña rocosa a esta mujer).
El viento, que cada vez arrecia más, me recuerda al gran Cat Stevens, y sin pensarlo dos veces me arranco con su maravillosa canción The Wind. Ahí teneis los santos arrestos de ponerla también en su versión original, pero cantada en un sitio mucho más feo

Tras este ridículo retransmitido, nuestra idea es bajar y acercarnos al mirador de los Cóndores, pero la climatología tiene otros planes. El viento se junta con algo de lluvia, y acercarse al mirador significa una lucha continua
Marga luchando contra el viento

Lo más cerca que llegamos del mirador. El Chaltén al fondo





Como la cosa se está poniendo fea, decidimos bajarnos al pueblo a ver si escampa.

En el pueblo, aunque parezca mentira, el viento parece casi más fuerte aún, y cuesta lo suyo llegar al hotel a refugiarnos un poco.

Como no hemos venido hasta aquí para estar metidos en un hotel, al atardecer salimos para conocer un poco el pueblo y ver de donde sale la ruta de la laguna Torre, que es la que queremos hacer mañana.
El viento sigue a lo suyo, y ahora se ha aliado con algo de lluvia, y caminar es toda una aventura.
Nos damos una vueltecilla por el pueblo, con su aire jipioso y todo como a medio hacer. En vista de que el pronóstico para mañana es de viento a tutiplen, entramos en una agencia que ofrece alternativas, sobre todo una navegación en un lago más al norte, con su glaciar correspondiente, algo de trekking y papeo en una carpa.
Somos un mar de dudas, y nos metemos en La Vinería, un garito indie recomendado en la LP (Lonely Planet), en el que nos pedimos dos pintas para recapacitar. Tenemos 1 hora hasta que cierre la agencia.


La situación es grave. Por un lado es la marcha con la que soñábamos casi desde el inicio del viaje, pero este puñetero ventarrón puede complicar las cosas, y mucho, en medio del monte sin protección.

El Unplugged de Alice in Chains suena todo el rato de fondo, y nos ayuda a ser conscientes de hasta que punto estamos jodidos.

Finalmente, es Marga quien toma la decisión:
- Si estamos aquí es para ir a la laguna Torre, cualquier otra opción no tiene sentido.
The wind desde La Vinería
¡¡¡Ole!!!
Asi que nos vamos con la decisión tomada y la alegría en el cuerpo. Y un poco de canguele también.
Nos cenamos una pasta casera en el restaurante La Maffia, que está tan lleno que hay que compartir mesa. Nos toca un argentino silencioso en la nuestra, bueno, más bien nosotros en la suya, que es como si no estuviera.
Aunque claro, no podemos cotillear a gusto como es habitual en nosotros, cachis.
Antes de dormir consultamos de nuevo el tiempo para mañana. Viento y algo de lluvia. Un asco, vamos.
Pero la decisión está tomada.
Alea jacta est

domingo, 29 de abril de 2018

Día 12. 18 de abril El Chaltén. Laguna Torre

Suena el despertador cuando aún es de noche.
Nuestra idea es salir con las primeras luces, porque la marcha a la laguna Torre es de 9 km y 3 horas, y otras tantas para volver, según dicen las guías. Pero como nosotros somos maduros y hará viento seguro que tardamos más.
Mientras desayunamos nos dicen que se ha pasado toda la noche lloviendo.
¿Lloviendo? Si hoy hacía viento.
Compramos unas galletas y unas empanadas en una panadería y allá que vamos hacia el inicio de nuestra gloriosa ruta.
La verdad es que se ve muy poco y hace bastante malo, pero al menos no hay el ventarrón de ayer.
Empezamos a subir hacia el camino cuando va amaneciendo. Llueve un poquillo, pero vamos pertrechados, y la mochila con su fundita.
La primera cosa chula es la cascada Margarita, cuya tocaya posa con alegría delante


La cascada es bien bonita, pero la lluvia empieza a ser bastante molesta ya.

Seguimos para arriba entre un bosque otoñal bien bonito. En esta zona del mundo hay tres árboles sobre todo: El ñire y la lenga, de hoja caduca, y el coihue, de hoja perenne. Las lengas era lo que cortaban los presos en Ushuaia, ya que su madera es más dura y los árboles más altos.
Vamos meditando todo esto mientras continúa la cuesta arriba hacia la laguna Torre. El desnivel es solo de unos 300 m, pero está concentrado al principio.
Río Fitz-Roy



El río Fitz-Roy siempre nos acompaña a la izquierda. Por cierto, que el tal Fitz-Roy era el capitán del barco Beagle, en el que Darwin viajó alrededor del mundo para demostrar su teoría de la evolución. Por esta zona tiene monte y río.



Mirador cerro Torre












Llegamos a un alto que es el mirador  del cerro Torre. Nos paramos a mirar pero no se ven más que nubes.
Apuntamos en nuestro cuaderno de ruta qué demonios hay que hacer cuando desde un mirador no puedes mirar.
Sigue lloviendo.
El camino, que está muy bien señalizado, marca los kilómetros que vas andando, para darte ánimos o para quitártelos.
En nuestro caso nos los da, ya llevamos 3 de 9.
Muy de vez en cuando nos encontramos con otros caminantes, que en general van más deprisa que nosotros, pero a los que probablemente doblamos en edad, lo que no deja de ser una satisfacción (no nos doblan en velocidad, jeje).
Hay una zona de praderas que se está llenando de charcos, por lo que en vez de seguir el camino hay que zigzaguear. O sea, más recorrido.
Y sigue lloviendo.


Los colores cada vez son más rojos y bonitos, pero tiramos para alante con decisión porque nos apetece llegar al campamento Agostini, al lado de la laguna, para parar un poco a resguardo y comernos lo que hemos comprado.

Por ahora nos vamos mojando bastante, pero los pies aguantan, que es lo importante.












El paisaje cambia y nos metemos en un bosque de lengas, altas y esbeltas. Y además nos acercamos al nivel del río, que nos trae un poco más de agua de la que ya tenemos encima


 Estamos ya por el km 7 más o menos, y los charcos cada vez son más grandes.
Yo me he quitado las gafas porque estoy hasta el moño de limpiar gotas cada dos x tres

Pero la cercanía al destino nos da alas, y en poco tiempo vemos las piedras que delimitan la laguna.

Hay que treparlas para ver la laguna.

Y por fin la vemos.













¡¡Misión cumplida!!
Bonita como ella sola, pese al agua, pese a las nubes.

Tiene sus témpanos flotando, porque al otro lado desemboca un glaciar, el glaciar Torre.

Hay algunas personas que se sientan en las piedras mojadas para ver la laguna. A nosotros solo nos apetece ir al campamento Agostini a tomar el bocata.

Nos bajamos con gran pesar para ir al campamento.
Para hacerse una idea, esta es la laguna Torre un día claro. 
Un poco diferente, ¿verdad?



Cuando llegamos al campamento Agostini, que está al lado, vemos que solo son unas tiendas de campaña en un bosquecillo, y un "sanitario" tipo cabina rudimentaria.

En efecto, nos sentimos como José Luis López Vázquez.

Y ahora que hacemos? Pues volvernos, que remedio.
La ida han sido 3 horas y cuarto, muy bien, somos unos tíos grandes.
Hacemos la última foto arriba, guardamos todo bien (ya casi da igual, se está empapando todo, y a bajar.
Última foto arriba
Bajamos en silencio, comiendo galletas, rumiando nuestra desgracia.
Antes los pies estaban secos, ya no.
Paramos un momentín en un tronco para comernos una empanada y mirarnos sin decir nada.
Y sigue lloviendo.
La única alegría de la vuelta nos la da una pareja de carpinteros de cabeza roja que se posan a nuestro lado.
Se parecen mucho al Pájaro Loco, y cantan como el.
Pero vamos, que ni para sacar la cámara tenemos ganas.
Los charcos de la ida ahora son lagunitas, el zig-zag se hace pesado. Terminamos pisándolos.
Unas 3 horas y cuarto después, llegamos al cartel de inicio del camino.
Se me destiñe hasta la cara
Caminamos lo que nos queda hasta el hotel como zombies, andando sobre charcos dentro de las botas, y con toda la ropa totalmente pegada al cuerpo. Al llegar dejamos un reguero en el parquet que pa qué.
Es difícil quitarse la ropa empapada. lo hacemos con espátula.
Los abrigos pesan un quintal, cada capa de ropa se tarda en quitar un rato.
En la ducha calentita que nos damos, toda la piel se pone de gallina. Es como un escalofrío gigante.
Y una vez secos...¿ Qué hacemos con la ropa? Mañana nos vamos de aquí a las 7:30
Los abrigos no se secan ni de coña en ese tiempo, los pantalones tampoco. Y no digamos el calzado.
Pedimos usar la secadora del hotel. Nos dejan si pagamos. Que remedio.
- No se preocupen, en 1 hora los abrigos y demás ropa estarán secos.
- Bueno, ponemos 1 hora más.
- Ejem, parece que si que estaban mojados. Otro rato más.
Daríamos algo por ir a la Vinería a por una pinta a curar heridas, pero sin abrigo...
Y sigue lloviendo fuera.
Finalmente decidimos tomarnos la birra en el hotel y cenar también. La habitación está como un inmenso tendedero, y también los radiadores de los pasillos comunes.
Guiso de lentejas

Locro

Vino de Malbec
Nos zampamos un locro y un guiso de lentejas que están bien buenos, con el que será nuestro último Malbec.
Nos vamos a la cama. ¿Felices? Mucho. Somos unos campeones, y lo cantamos en gayumbos, como Freddy Mercury. Lo demás está mojado
Si no se entiende la montaña como un reto es difícil disfrutarla mucho. Y hoy hemos conseguido una gesta, contra viento y marea.
Viento? Poca cosa. Hoy ganó por goleada el dios de la lluvia

sábado, 28 de abril de 2018

Día 13. 19 de abril El Chaltén-El Calafate-Buenos Aires

Las maletas que subimos al bus para volver a El Calafate pesan bastante más que al ir, y es todo agua.
En especial las botas, que ya no se secarán hasta España, jeje.
Por cierto, sigue lloviendo en El Chaltén, que tino hemos tenido.
Esa lluvia, combinada con el amanecer, nos deja un arco iris rabioso a la altura de La Leona.
Una amable japonesa nos deja su asiento, en el lado bueno del bus, para hacer fotos (muy malas)


La parada en La Leona es esta vez realmente de 10 minutos, porque es pronto y apenas hay minivanes
Río La Leona


No vemos ni medio guanaco, debe ser que con la lluvia y el viento se han escondido en algún sitio a cubierto

El río La Leona está bien chulo con las primeras luces






Llegamos a El Calafate donde podemos pasar unas horas tranquilos, antes de coger el vuelo a Buenos Aires Dejamos las maletas en la agencia y nos vamos a dar un voltio
Es todo bastante tristón No nos apetece nada irnos, y además sabemos que el vuelo de vuelta está complicado, porque nos los ha mirado nuestro amigo Rafa
Pero lo arreglamos con una cervecita Otro Mundo Red, que además nos vamos a traer a Burgos



Nos llevan al aeropuerto y a esperar.
Hacía tiempo que no cogíamos un avión, que pereza, oiga.






Al despegar le damos nuestro último adiós al lago Argentino y sus maravillas, y al Viedma, y al río Santa Cruz y... snif



















Al llegar a Buenos Aires nos recibe una bofetada de calor: 30º C nada menos. Nuestra idea era haber estado un día entero en la ciudad y marcharnos el sábado 21, pero ante la pinta que tiene el vuelo decidimos adelantar 1 día la vuelta. Je, que ingenuidad.
Volvemos al Dazzler Maipú y nos mandan al último piso=más calor.
Los abrigos van directos al armario, los jerseis por la mesa. Sobra todo.
Como nos quedan poco pesos tenemos que cenar en un sitio que admita tarjetas.
La otra vez que estuvimos alli vimos un restaurante italiano que tenía muy buena pinta, cerca del hotel. Y allí que nos vamos.
Todo un acierto, El Broccolino. Unos camareros con una retranca inmensa, una comida riquísima, un ambiente total. Disfrutamos de una pasta fresca y un tiramisú estupendos. Incluso nos dicen que allí estuvieron cenando Amaral la última vez que fueron a la capital porteña.
Damos una vueltecilla para bajar la cena. La sensación de saudade es inmensa. No apetece nada irse, y menos aún enfrentarse a vuelos completos donde no cabemos.
Pero eso ya será otra historia. Esta noche nos queda esto en el alma

viernes, 27 de abril de 2018

Día 14. 20 de abril Buenos Aires

La noche es inquieta, preámbulo de lo que va a venir.
A primera hora de la mañana hemos quedado con Juan Villamil, de la agencia Fuera de Ruta, para conocernos y darle las gracias por el estupendo viaje organizado.
Su oficina está en uno de esos macroedificios de oficinas con seguridad por un tubo y miles de trabajadores

Hablamos con el en el hall, y le contamos nuestra preocupación por el vuelo de vuelta.
Llama a Iberia y le confirman que todos los vuelos a Madrid del día están en overbooking.
No sabe que decirnos. No hace falta, ya lo sabíamos.
Igual conviene explicar qué tipo de billete tenemos. Es el horror del billete en standby, subload o como se llame.
Estos billetes son para personal de líneas aéreas o sus familias. Son baratos, pero solo viajas si hay plazas libres en el avión, o falla alguno a última hora. Por eso tienes que estar en el aeropuerto en busca de la plaza perdida
Juan se porta estupendamente, nos desea mucha suerte y nos despedimos confiando en no tener que recurrir a el de nuevo.
Nos lleva al Ezeiza nuestro chodfer de los primeros días, que ya es casi de la familia. Justo al llegar al aeropuerto, nos damos cuenta de que nos hemos olvidado los abrigos en el hotel.
¡¡¡Con lo que había costado secarlos!!! Imposible volver a por ellos, es una hora de camino.
Los mostradores de Iberia ya tienen una cola respetable. Nos ponemos por costumbre, pero esto no funciona así ahora. Hay que echarle un poco de jeta.

Veo que queda momentáneamente libre uno de los que atiende en business. Allá que voy:
- Buenas. Que tenemos un billete de staff y quería saber como está el tema.
- Está difícil pero no imposible. Vuelvan 1 hora antes de la salida del avión.
Paseamos de un lado a otro con nuestro carro lleno de maletas. Vaya rollo.
Al lado hay un vuelo de British Airways para Londres:
- Luis, cómpranos un billete staff para Londres, luego desde alli ya veremos.
- ¡¡Hecho!!
Falta hora y media para que salga el de Madrid, ya hay muy poca gente facturando. Abordo de nuevo a mi amigo de barba:
- Hola, ¿como va el tema?
- Uff. Nos quedan 3 plazas y 20 minutos hasta cerrar facturación.
Dan ganas de hacer un poco el macarra a los que se acercan, para ver si se asustan y se van.
Llega ya la tripulación del avión, y el tiempo se agota.
- ¿Que tal?
- No hay plazas. La única solución es que el comandante autorice viajar en transportín
- ¿Eso va en serio?
- Totalmente, aquel es el comandante, el de las 4 líneas en la bocamanga.
Voy a hablar con el comandante:
- A la ord... digo, buenas tardes, mi comandante. Tenemos un billete cutre y nos acaban de decir que si usted lo autoriza podemos viajar en transportín.
-¿Usted quien es?
- Ya, bueno, yo, estooo, soy amigo de los Nikis, ya sabe, Rafa y Joaquín, pilotos donde los haya, y claro. Está el tema complicado para salir de aqui y si vuecencia quisiera...
- Pues si que nos lo han comentado, por la huelga de Air France. Está bien, hay un transportín libre.
- Es que somos dos, ¿sabe? Y quedarse uno e irse el otro, no se yo...
- Pues hay uno y punto, y perdóneme que tengo que pilotar.
Nos quedamos, claro. Ya tendremos tiempo de arrepentirnos.
Corriendo a British Airways. Amable chica argentina en la facturación:
- Uy nada. Pero pobres, ya se lo que es pasar por eso, Vamos a buscar alternativas: Montevideo, Santiago, sao Paulo. Nada todo petado.
Tristes por el fracaso, nos vamos a tomar una triste hamburguesa al triste Mc Donald's del aeropuerto.
Pero antes vemos un mostrador de Air Europa para vender billetes. Ellos tb viajan a Madrid, pero su vuelo salió antes del de Iberia. Tampoco son de One World. Como no hay nada que perder nos acercamos.
Y ahí nos encontramos a nuestro ángel: Sergio.
Sergio

Desde el primer momento se volcó con nosotros, nos buscó todas las alternativas posibles, llamó a sus amigos de otras compañías aereas para saber de primera mano como iban los vuelos.
Alucinamos con el. Mientras estuvo en su turno, nos íbamos a charlar con el en los momentos de bajón.
Le costó decirnos que en el vuelo de Air Europa de la mañana si que hubiésemos entrado.
Habríamos entrado en Air Europa!!

Lo intentamos, con poca fe, con un vuelo de Lufthansa a Frankfurt. Tenía tanta gente de staff a la espera que salió un tío con una lista a decir: Tu entras, tu no.
Nosotros ni lo intentamos, todos tenían pinta de pura raza aria

Nos queda el vuelo de la noche a Madrid. Otra vez a repetir la misma historia. Mientras llega la hora, nos subimos a la parte de arriba, que tenía lo que es la gran estrella de un aeropuerto:
Lo más buscado en el aeropuerto
Mientras cargamos todo lo habido y por haber, que esto parece que va para largo, nos sentamos en la moqueta (hay moqueta arriba y todo) y valoramos la situación: Si no podemos entrar en el vuelo de la noche habrá que buscar alojamiento, o dormir aqui de cualquier manera. Y tras un día así es lo que menos apetece.
Bajamos y está de nuevo el amigo de la barba de Iberia. Nos sonríe tristemente al vernos llegar:
- Este vuelo está bastante peor
Sin embargo, algo nos favorece. Fuera llueve a cántaros, y el tráfico es infernal un viernes. Con un poco de suerte, alguno no llega a tiempo.
Otro comandante, otro transportín
Esta vez ni de rebote. De hecho ya va un staff de Iberia en trasnportín.
Las 10 de la noche y tirados en el aeropuerto. Llamamos a un par de hoteles cercanos para dormir. Todos completos.
¿A dormir a la moqueta?
Ni hablar. Recurrimos a Juan Villamil por whatsapp. Nos reserva un apart-hotel en el microcentro de Buenos Aires, al lado del Maipú. Barato.
- Oye, ¡¡si vamos a recuperar los abrigos!!
Encargamos un taxi que nos sorprende (y alegra bastante) porque va oyendo esto en el coche.
¿Será un buen augurio? Más nos vale, que el día ha sido guapo.
Llegamos a Le Petits Suites, cutre, pero más que suficiente para esta noche triste.
El de recepción es tocayo, y es dificil ser más empanado, pero tras arduos esfuerzos nos da cama.
Arriba del todo otra vez, no me gusta.
Recupero los abrigos en el otro hotel. De algo sirve tanto trajín
No pego apenas ojo en toda la noche. Let's kill them all


Día 14. Vienna (VA) 29-7-2022

 Hoy escribo yo esta entrada, aunque no me tocaba. Pero la persona designada se declara incapaz, así que, para no dejarlo ya más tiempo, me ...