miércoles, 9 de mayo de 2018

Día 4. 10 de abril Iguazú

Dormimos en una cabaña escuchando los ruidos de la selva, básicamente insectos.
No ha venido a visitarnos nadie de la fauna molona del lugar, ni un jaguar, ni un tapir, ni una capibara. Ni siquiera un condenado mono.
Hoy, aunque aún no lo sabemos, va a ser el día de Nelson Ledesma, nuestro futuro guía de Iguazu, lado argentino.
Nos recogen en un... (póngase el vehículo de siempre) y allá vamos. Hoy somos muchos, y hay gente de todos lados: Costa Rica, Ecuador, Brasil... y Argentina, claro.
Y el guía, con su termo de mate y su paraguas rojo y blanco, se llama Nelson Ledesma.
En el lado argentino de las cataratas hay muchas cosas que hacer. Demasiadas para un solo día.
Empiezas viajando en tren para ver la garganta del diablo desde encima

Nelson mientras tanto nos va diciendo donde ponernos para coger el mejor sitio, arrea un poco a los lentos, se mete con otros. El puto amo.
Antes de llegar a la garganta hay que hacer un recorrido por pasarelas sobre el río, con islas pequeñas. Han hecho una obra que no veas, y más de una vez las crecidas se las han llevado por delante.
En el paseito, que haces expectante de lo que te vas a encontrar, puedes ver muchos animalitos, como mariposas, evidentemente, cormoranes, tortugas, bagres, que son peces enormes, cotes (rapaces negras) y otros animalillos que no vimos. Y el río, que se divide en mil ramales.
 





Y cuando llegas a la explosión infinita de agua que es la garganta del diablo te quedas sin habla, te mojas mucho y eres feliz de vivir.
 





Es que no se que más decir







Bueno, que me embobo, y toca coger el tren para volver y ver el resto de las cataratas, desde el circuito superior y el inferior.
Y nuestro bautizo de agua!!
Nelson, que ya nos ha calado bastante, baja con nosotros en el tren. Como nos hemos pillado una birra para combatir los calores, nos mira muy serio y dice:
- Aqui no se puede beber!!
Me atraganto de la impresión y el pavo se descojona el resto del viaje. Pero ya nos hemos hecho amigos.
Como a partir de ahí hay gente que tiene unas actividades y gente que tiene otras, la logística se complica. Por eso Nelson lo tiene claro. Se queda con una parte y:
- Martínez, cuídeme del grupo!!
- A la orden!!


 Y nos vamos a ver las cataratas desde dentro, una experiencia también inolvidable.


Es que es una burrada total

Hacer un selfie con  una cámara normal es muy difícil












Tratamos de comer en un sitio refrigerado, aunque sea de pie. Fuera hay una legión de coatíes a la caza del turista incauto.
Es más, cuando salimos, ya con la comida en la buchaca, vemos episodios de los más curiosos.
Uno de ellos lo inmortalizamos en una foto, donde una turista trata de explicarle al coatí que la comida es para ella, que se esté tranquilo.
El la mira mientras busca cualquier descuido para zampárselo
Llega la hora de nuestro bautismo cataratero. Nelson nos desea:
- Buena ducha, Martínez !
Tras unos km en un 4x4 por un camino selvático, llegamos al embarcadero, donde te dan una bolsa impermeable para meter tus pertenencias, y te meten en una lancha que zumba que no veas.
En nada estamos al pie de las cataratas, igual que estos.
Desde abajo es todo más impresionante aún, si es que eso es posible. La lancha se para un par de veces para que admires lo que has visto ya varias veces, desde Brasil, desde la pasarela superior, desde la inferior y ahora en la barca. Da igual, estarías meses mirándolo.




La ducha es brutal, inmensa, absolutamente plena.
Gritamos como niños, reimos como niños.



No se puede ser más feliz.
La gente pide:
- Otra, otra!!
Nos damos 4 duchas.




Volvemos al embarcadero. No nos queremos bajar, queremos volver a chillar, a recuperar tantos años vividos en minucias sin importancia. Lo importante de verdad es empaparse.
En el 4x4 de vuelta dejamos un charquito. Uno dice que ha visto un tucán, el guía alucina y se pasa los 5 km mirando al cielo.
Llegamos al final. Aparece un paraguas rojo y blanco, Nelson regresa.
Ahora hay que andar por aqui y por allá hasta la entrada.
Pues vale, vamos con dos chicas del grupo de Buenos Aires. Ellas les dicen a los demás que:
- Nelson le ha explicado como volver a este mushasho (que soy yo)
Amo este país, donde grito como un niño y soy un muchacho.
Vamos por caminos que parecen adecuados y nos encontramos con unos monos capuchinos y unos Tero-teros, y coatíes



Y cuando ya estmos cerca de llegar a la entrada, hay una pareja parada mirando algo. En estos viajes siempre aprendes que si alguien se para es porque ve algo, y hay que mirar también. Y si, ahí están, lejos pero visibles.




Aparece Nelson:
- Martínez, ha visto al tucán?
- Son dos, Nelson, son dos




Llegamos ya a la entrada/salida. El día va acabando. Es difícil que sea mejor.
En el hotel, de regreso, otro bife de chorizo, con una camarera cómplice que también nos trata bien y nos trae Quilmes en lata aunque de noche, que es todo más elegante, solo dan en cristal.
Pero la lata tiene más.

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