martes, 1 de mayo de 2018

Día 10. 16 de abril Parque de los glaciares

Hoy nos volvemos a los glaciares. Que menos.
Para ver el resto de glaciares de la zona hay que ir en barco, ya que el acceso por tierra es casi imposible. Por eso nos acercamos al embarcadero de Punta Bandera para coger el catamarán pertinente.
En Los Viajeros.com, otra de nuestras webs viajeras de referencia, decían que esa excursión era para jubiletas, que había otras mucho mejores en la zona.
Nuestro temor se acrecienta cuando nos encontramos, mientras esperamos para subir al barco, con varios de nuestros conocidos de Ushuaia, que nos saludan alegremente.
Hay dos barcos bien grandes en paralelo, que se llenan rápido. Hay una zona VIP en cada uno, donde te emborrachas a gusto con el capitán y comes chorizo. No entiendo por qué no lo hemos cogido.
Zona VIP
Zarpamos y pronto nos damos cuenta de que va a ser inolvidable. Esta noche ha nevado un poco y las cumbres aparecen blancas entre las nubes bajas que quedan. El paisaje está mucho más bonito que ayer.

Hay varias ventajas por estar en la cubierta mirando a todos lados:
1.- Estás mucho más libre
2.- Lo ves todo mucho mejor
3.- Hace un frío estupendo que te despierta



El barco navega a toda pastilla hacia el glaciar Upsala, un glaciar enorme, de 10 km de frente, al que no te puedes acercar porque suelta unos témpanos de hielo considerables, del tamaño de edificios.
 De hecho la idea es acercarse a unos de esos témpanos para hacerse fotos chulas. Eso si, el mejor sitio de la proa estará reservado a los fotógrafos oficiales, que por un (poco) módico precio te dan hasta un pendrive para que te las lleves.

No es nuestra idea, evidentemente, así que seguimos fotografiando montañitas.
Cada vez nos rodean más témpanos, algunos de ellos bien chulos, hasta que el capitán y sus invitados, que a esas alturas ya se habrán tomado 3 o 4 lingotazos, elige el que considera perfecto.
Bien azulito, grande, con sus agujeros redondos...
El témpano elegido
Nosotros, mientras la gente se agolpa para sacarse selfies con el témpano, vamos fotografiando los alrededores, en especial el bestial glaciar Upsala que se ve al fondo, y otros témpanos bien chulos.
Glaciar Upsala


Nos pedimos unos cafelitos para entrar en calor, y al chico que nos atiende les llama la atención nuestro acento, y nos hacemos amiguetes.
A partir de ese momento cada vez que queda vacía la barra nos busca y nos cuenta historias maravillosas sobre al Parque Nacional de los Glaciares y sus animalitos.
 Luego cuento alguna de ellas
 Una vez hechas ya las fotos para todos, y con la gente satisfecha con su dosis adecuada de selfies a cascoporro, nos vamos a ver el otro glaciar, el Spegazzini, al que nos podremos acercar más

La ruta es preciosa, siguen las nubes bajas y los picos nevados aparecen y desaparecen.
En un arrebato, decido salirme yo solo a la proa, y así soy el primero que ve el glaciar, aparte del capitán y sus invitados, que ven dos glaciares en vez de uno.

El glaciar Spegazzini se llama así en honor a Carlos Luis Spegazzini, un botánico italo-argentino que  clasificó muchas plantas a finales del siglo XIX y primeros del XX.
Tiene parades de hasta 120 m de altura, pero como es bastante más estrecho que el Upsala no suelta apenas témpanos. Y si lo hace, es tarde, no tempano (perdón por el chiste pésimo), y como es pronto no nos van a pillar
Observen como asoma el Spegazzini
Se ve, cuando las nubes lo permiten, como baja de las montañas, incluso como es la unión de un glaciar afluente con el principal.


De nuevo, como el día anterior en el Perito, la sensación de irrealidad. Lo que ves es tan brutal que no te lo acabas de creer.
De hecho, cuando mandábamos las fotos por la noche a nuestros hijos, siempre nos decían que eso era un croma seguro.
¡¡ Pero un croma muy currado!!

 El barco esta vez gira para que se pueda ver el glaciar desde todo lados, lo que nos permite darle al click una y otra vez.
Es verdad que cualquier foto mala de un glaciar es buena en si misma.
El hielo nunca decepciona!!




Cuando ya nos vamos a ir aparece el segundo barco, que siempre ha ido detrás de nosotros, y que permite hacerse una idea de la dimensión real de la pared de hielo.
Pongo la foto porque reconozco que es la que más me gusta de todo el viaje
Chula, eh?
 Mientras nos vamos yendo, con gran pena, del glaciar, vemos que en las laderas de su alrededor hay unas cuantas vacas, además de infinidad de cascadas. Sorprende ver vacas en sitio tan remoto, y nuestro camarero favorito nos lo explicará:

Cuando se creó el Parque Nacional de los Glaciares, se obligó a los propietarios de las estancias que estuvieran dentro del límite del parque a que las abandonaran, ya que se buscaba un territorio lo más salvaje posible.
Los humanos se fueron, previa indemnización, imagino, pero dejaron a su ganado allí.

Pensaron que en un corto periodo de tiempo se morirían de hambre o lo que fuera y ya está. (Entonces no se llevaba mucho lo del animalismo y esas cosas)
El caso es que las vacas, al contrario, encontraron un habitat estupendo, se adaptaron, se emparejaron, y ahora son un montón de ellas que campan a sus anchas por allí.
Quieren sacarlas de alli, porque están arrinconando al cérvido autóctono el la zona, el huemul
Más que nada porque se comen sus pastos y lo miran con desprecio.
Al pobre esto último lo hunde.

Volvemos rumiando todo esto que nos acaban de contar, lo que no quita que sigamos pasmados con el paisaje de estos brazos norte del lago Argentino.

El camarero nos confirma que la nieve caída esa misma noche lo ha dejado todo mucho más bonito, mientras deja la espuma a punto de idem en un capuccino.


Volvemos a ver a lo lejos al amigo Upsala y sus témpanos o icebergs

 Y esas nubes bajas que no nos han abandonado y que le dan algo especial a las fotos

Bueno, que ya llegamos Punta Bandera de nuevo y hay que bajarse.
Antes de despedirnos, nuestro amigo nos dice que se suelen ver cóndores en la carretera a El Calafate. Como ese bicho es un mito, se lo decimos al conductor de la minivan, que nos promete avisarnos si ve alguno (por la mañana si los vio, pero no avisó)

Pero no avisa.

Luego nos dice que no había ninguno. Brrrr

Al llegar al hotel nos vamos de cabeza al jacuzzi a pasar calorcito y burbujas después de tanto hielo.
Como ya va a ser nuestra última noche en El Calafate, decidimos darnos un homenaje en otro restaurante recomendado por la LP. Pero antes entramos en un bareto con buena pinta que sirve una pinta de cerveza y papas bravas por un módico precio: El Wanaco
La pinta y las bravas dos salsas

Mientras, en la tele, 8 tipos debaten con multitud de gestos la situación actual del Boca Juniors, que no debe ser muy buena.
Impresionante lo del fútbol en este país.

Dudamos entre ir a cenar a El Cucharón o a Mi Rancho.
Nos decidimos por el primero por causa desconocida.
La verdad es que no hay casi nadie en ninguno de los dos, pero nos da bastante igual.
La comida está bien rica: Una trucha para Marga, y un bife para mi. Y un postre para los dos.

 Os recuerdo que si alguien quiere ver una foto más en grande lo puede hacer solo con pinchar en ella.

Hay gente pa tó

Y tras esta opípara cena nos vamos al catre, que hay que dejar el equipaje preparado porque mañana nos vamos a El Chaltén en autobús de línea, y ese no espera.

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