viernes, 4 de mayo de 2018

Día 8. 14 de abril Ushuaia-El Calafate

En el autobús que nos viene a buscar para ir al aeropuerto nos encontramos de nuevo a varios de los compañeros de nuestra excursión geriátrica del día 12.
Sale a relucir de nuevo el chiste de españoles, argentinos y cigarrillos. Menos mal que el trayecto es corto.
En estos mini-aeropuertos los trámites son muy breves, por lo que las esperas se hacen largas


Nos despedimos desde el cielo de los paisajes fueguinos, un lugar que merece la pena visitar sin ninguna duda.
Y nos vamos rumbo a la Patagonia terrestre y sus increíbles glaciares.











Llevamos solo una semana en Argentina, pero la sensación es de llevar un mes. A ver si esta segunda semana que nos queda pasa igual de despacio, que lo dudo.
Al llegar a destino nos están esperando para subir a un minivan de nuevo, que recuerdos!!
En el trayecto al hotel nos ofrecen 200 excursiones para hacer por la tarde, que tenemos libre, pero decidimos ir a nuestra bola. No nos arrepentiremos.
El hotel Kosten Aike es espectacular, seguramente el mejor en el que vamos a estar (siendo todos estupendos).
Salimos a dar un paseillo por el Calafate. Calles Libertador, 9 de julio, Maipú, etc. Y fechas, muchas fechas. El pueblo es pequeño, de casas bajas, más bien feucho. Pero está a la orilla del lago Argentino, un lago tremendo de aguas azul turquesa, en el que desembocan los glaciares más bonitos del mundo.
El Calafate
Lago Argentino

















Como tenemos el día en plan tranqui, nos vamos a comer a uno de los restaurantes que nos recomienda nuestra querida guía: La Tablita.
Como siempre es un éxito total. Nos zampamos un plato de cordero patagónico que, seamos sinceros, no le llega ni a las pezuñas de nuestro cordero asado burgalés.
Pero el acompañamiento de un buen vino Malbec y nuestro permanente deseo en este viaje de disfrutar todo lo que podamos nos hace disfrutarlo de verdad.


Al volver, Marga quiere echarse una hispánica siesta, pero yo descubro en una tienda unos discos desteñidos por el sol que me llaman a gritos. Nos separamos y entro. La tienda es enorme y vende de todo, pero los discos están justo detrás del mostrador donde te atienden, y desde la distancia es complicado ver de que van.
- Perdón, ¿les importa que me meta dentro para ver los discos?
- ¡¡Como no!!. Y si quiere que le pongamos alguna canción nos lo dice y está hecho.
Me meto hasta la cocina y en breve toda la tienda escucha a Gardel o Bajofondo.
Más contento que unas castañuelas con mis discos bajo el brazo, vuelvo al hotel, rescato a Marga de los brazos de Morfeo, y nos vamos de expedición.
Como nos sigue atrayendo mucho el agua, nos vamos de visita al área protegida de la laguna Nímez, a orillas del lago Argentino.
El camino es tortuoso, y cuando llegamos ya no se puede hacer la visita oficial. Pero nos da igual, hacemos la extraoficial.




En el fondo de la mochila descubrimos unos sandwiches que nos habíamos preparado hace un par de días en Ushuaia, pero que no nos zampamos en su debido momento.
Como en El Calafate hay un montón de perros que campan a sus anchas, con collar, buen aspecto, pero pinta de abandonados, se los damos a uno que pasa a nuestro lado.
En principio los mira sin mucho interés, pero luego se lo piensa mejor y los engulle con buen ánimo.
Y a partir de ese momento ya tenemos un nuevo amigo, que nos sigue a todas partes.

Decidimos llamarle Rogelio, porque tenía toda la pinta de llamarse así, y no parecía disgustarle.
El no sabe que está con dos veterinarios, o hubiese huido despavorido
Rogelio
  Volver es complicado, porque Rogelio se empeña en no abandonarnos. hay que darle un par de voces y aspavientos
Por fin se queda, volvemos al hotel y nos vamos directos al spa, que hemos descubierto que tiene.
Una sauna y un jacuzzi nos dejan como nuevos.
Cenamos y a descansar, que mañana vamos a ver el Perito Moreno,

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