jueves, 3 de mayo de 2018

Día 9. 15 de abril Perito Moreno


Me recorría un escalofrío al despertar solo de pensar que íbamos a ver el Perito Moreno.
Esto si que es un sueño hecho realidad.
Nos recoge el bus, que tras su consabido recorrido por hoteles, enfila la carretera hacia el glaciar.
El paisaje es desértico, matorrales amarillos en una tierra beige, donde solo vemos ganado, tanto vacuno como ovino. Y caballos.
En la Patagonia a las haciendas de otros lugares se les llama estancias. Porque a sus propietarios les ofrecían quedarse con las tierras y las casas si permanecían al menos 20 años en el lugar. Era la "estancia" mínima.
Vemos unas cuantas de ellas, y entramos en el parque nacional.
El Perito Moreno, aunque no es el glaciar más grande de la zona, es el único que se puede ver directa y cercanamente desde tierra, en la llamada península de Magallanes.



En realidad desemboca en uno de los brazos del lago Argentino, el llamado brazo Rico.
Por eso, a base de avanzar, llega a provocar un dique de hielo en el lago cuando choca con la península, y el agua del lago se desnivela totalmente. El lado izquierdo llega a subir hasta casi 30 m de altura más que el derecho, y esa presión del agua es la que provoca la famosa ruptura del Perito, que ocurre cada no se sabe cuantos años, y es uno de los mayores espectáculos de la naturaleza en el mundo. Acababa de ocurrir el 11 de marzo, vaya.
Bueno, tras esta chapa en plan erudito, vamos al grano.
Hay un mirador desde donde se ve por primera vez el glaciar, que se llama mirador de los Suspiros, porque es lo que se te escapa al ver la inmensidad que tienes delante.


Nuestra guía, Carolina, nos dice que hay mucha gente a la que se le escapan las lágrimas al ver el Perito por primera vez. No somos una excepción.

La impresión es desbordante.

Luego tenemos más de 3 horas para ir por las estupendas pasarelas que han puesto enfrente del glaciar, desde la que ves el glaciar en todos los ángulos.


Subimos y bajamos por los circuitos amarillo, azul y rojo, y cada dos por tres nos paramos porque lo que tienes delante es como imposible.

A veces hay algún desprendimiento de hielo, que cae al agua con estrépito, y suena como un trueno.

Otras veces se oye un gigantesco crack en las entrañas del glaciar, aparentemente sin efecto a la vista, pero que te hace recordar que es un río de hielo vivo. Además de los pocos que no retrocede, sino que se mantiene con fuerza.

Nos inflamos a hacer fotos, mientras vamos comiendo las estupendas empanadas de panadería don Luis que hemos comprado en El Calafate.


 Las tres horas se pasan muy deprisa, hasta el punto que tenemos que volver a toda leche porque llegamos tarde, y a lo tonto hay que subir unas cuantas escaleras para llegar.




















Ahora nos vamos a navegar hasta la pared sur de glaciar, en un viajecito de 1 hora más o menos.
El barco es pequeño y.. oh peligro, ¡¡está lleno de chinos !!
Al zarpar no te dejan estar fuera, pero en cuanto podemos nos vamos a la cubierta a pasar frío y a ver de cerca a nuestro mito hecho realidad.
Punto de ruptura del glaciar



Sufrimos una pequeña invasión en cubierta, pero el Perito lo puede todo.Solo se escapa algún juramento


 Volvemos extasiados y más que felices. La mitad del autobús se duerme...
... Nosotros también.
Nos damos un paseillo y cenamos en la habitación, porque de estar tanto tiempo con la boca abierta en el Perito Moreno nos ha sobrado mucha comida. Con unas buenas Quilmes de la tienda de la esquina. Y unos alfajores









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